Nacida en el seno de una familia de sanadores y pasadores de almas donde cada semana se hacían reuniones espirituales en las que se realizaban “pasajes de almas”, sanaciones y algún que otro exorcismo.

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Así me crie, entre esas reuniones y, si bien mis primos preferían ir a jugar, a mi me encantaba asistir. Aunque desarrollé terrores nocturnos (estoy convencida que hubiesen aparecido igualmente) allí, en esas reuniones, rodeada de mi familia, estaba en casa, aquel era un lugar que yo conocía.

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Siendo muy pequeña, unos 3 añitos, la curandera a la que me llevaba mi madre me pregunto un día: "Gema, si la mama nos deja, tú me pondrías las manos en la barriga para aliviar el dolor de estas culebras? " La miré, sonreí y asentí con mi cabecita. En ese momento mis manos empezaron a sentir el calor de una estufa y a partir de ese instante, ellas empezaron a dar consuelo.

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Pero no todos los curanderos son leales y mi vida se cruzó con un abusador. Y yo, asqueada y avergonzada, cerré mi Don y desterré todo ese mundo….todo mi mundo.

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Hasta que un día, esos días en los que algo sucede y todo cambia…  ese día, la que hoy es mi amiga del alma, me dijo: “Tú eres Barquera”.

 

Aquella palabra fue un bálsamo para mí ser, sentí que volvía a la vida y por un momento que pareció eterno, regresé a casa y allí empezó de nuevo mi gran viaje, mi travesía.